🎈Descubriendo #127: 1 de Octubre
Hola! 👋 Saludos desde la ciudad de Buenos Aires.
Esta semana me debatí mucho entre pintar un piso exterior con epoxi o poliuretano. Dos términos que empecé a usar sin saber qué eran, así que decidí investigar. Terminé viendo videos de Youtube sobre monómeros y polímeros y pensé ahora se puso seria la cosa.
Sin embargo, a veces, cuando no estoy chateando con 5 proveedores o mirando al piso a ver si es mejor epoxi o poliuretano (esta “capa superficial” de mi conciencia), entra por las rendijas una conciencia más profunda, y el recordatorio de una promesa que me hice hace ya 4 años, un 1 de Octubre de 2020. Y me dio un poco de culpa estar pensando en refacciones cuando no sentía que estuviera cumpliendo esa promesa.
Pensaba “¿1 de Octubre, 1 de Octubre… a qué me suena esta fecha?” Y me acordé.
Ese día, en 2020, se cristalizó un proceso que venía gestándose durante casi un año.
Hacía meses que cuestionaba mi sexualidad, mis creencias, mi carrera, prácticamente todo en la vida. Sentía que mi trabajo no contribuía a lo que yo anhelaba: que todas las personas se sintieran libres de ser quienes son, empezando por la sexualidad.
Ese 1 de Octubre salí a correr alrededor de las 3 de la tarde, y casi puedo recordar el lugar exacto donde me golpeó una certeza. Me impactó, me cayó como un rayo. Ya no querés ser CEO, ¿para qué seguir sosteniéndolo? Pero sí querés seguir en la empresa. Volví a casa y se lo comuniqué al fundador. Me pidió un año para encontrar un reemplazo. Yo propuse 6 meses. Cerramos en 9. ¿Estuvo bien, mal? No lo sé. Yo me sentí bien.
En ese momento me prometí que mi impacto como no-CEO tenía que ser mayor a mi impacto como CEO.
A los 15 días de esa decisión conocí a Cande. Ambas agradecemos habernos conocido después de esa decisión, y yo a veces creo que nos conocimos por esa decisión. Venía tomando acciones cruciales para mi valoración personal, y bajarme de semejante rol era la culminación de los gestos hacia mí misma. Creo que todo eso hizo que conociera a Cande en un momento de mucha tranquilidad y no tomé decisiones por esa nueva relación.
Desde ese 1 de octubre pasaron casi exactamente 9 meses hasta que finalmente "me bajé", como solía decir, o "di un paso al costado", como me sugirieron que diga. El framing de las cosas no es lo mío.
Que hayan pasado varios meses entre la decisión y la realidad es evidencia de que a veces los procesos no se dan tan rápido como queremos. No es tan sencillo como decir "listo, ya está", pero también es prueba de que una decisión firme le gana a cualquier obstáculo. Una decisión tomada desde las entrañas me permitió dormir sin remordimientos, y ya no sentir que posponía la vida que quería sino que había tomado cartas en el asunto.
Ya sea bajarse o dar un paso al costado, pensé que al hacerlo sería libre, y tampoco lo fui del todo, aunque sí me permitió tener mucho más tiempo y no cargar con la responsabilidad de guiar a un equipo hacia algo que no se alineaba con mi misión.
Con esa libertad adquirida, investigué a fondo qué significaba realmente ser gay, queer, qué eran las personas trans, qué era una orientación sexual, etc. Participé en vivos de Facebook de 12 personas de un encuentro Intersex en Tucumán, navegué por rincones recónditos de internet, asistí a encuentros de bisexuales, a marchas, a ferias, a bachilleratos, a conferencias. Llegaba a esos lugares buscando entender, así como ahora veo videos sobre monómeros y polímeros. Y aun así, seguía sin comprender cómo quería involucrarme en la causa LGBTQ+.
Intenté encontrar este vehículo de involucramiento durante años, a veces desesperándome cuando no lo encontraba, otras veces haciendo muchas cosas a la vez para ver cuál funcionaba.
No fue hasta después de un viaje al Sur, dos años después de aquella primera certeza, que otra revelación decantó en mí. Y fue tan potente que no había pasado un mes cuando ya era realidad. Me dije: "Tengo que dejar de buscar algo por fuera de mi trabajo y hacer que esto sea mi trabajo. Tecnología y LGBTQ+". No sé cómo no lo había visto antes. Quizás pensé que todo lo que hiciera tenía que ser a pulmón, altruistamente, y no como parte de mi carrera profesional. O tal vez creí que no existían empresas con la misma misión que yo.
Con esta claridad, en una semana actualicé mi CV con 7 años de atraso, hice 5 versiones distintas, elaboré una lista de 50 empresas queer en Europa y EE.UU., le pagué 10 USD a un freelancer para que me hiciera una lista de contactos en LinkedIn. Y sin saberlo, llegué a Queer Spaces.
Ya lo he escrito varias veces en estos mails, y ustedes lo han leído: desde que envío este newsletter en estos últimos tres años, tuve destellos de cosas increíbles. Destellos de mundos que se abren y se cierran, y me dejan preguntándome: ¿por qué me fue mostrado esto? ¿Cómo hago para que dure más?
Trabajar en la app Queer Spaces fue un gran destello. Cuando entré, lo hice sin preguntar cuánto le quedaba de vida. Que fuera lo que el destino quisiera. Creo que si hubiera sabido, no habría dejado mi otro trabajo. Queer Spaces fue una ventana que se abrió y duró unos 5 meses. En ese tiempo, hablé con decenas de usuarios queer, trans, bisexuales, gays, lesbianas. Con expertos en suicidios adolescentes. Con el jefe de Producto de Tinder y otras apps de citas. Con inversores de capital de riesgo. Con inversores rusos en Serbia para conseguir funding.
Lamentablemente la app Queer Spaces cerró, y pasé a liderar Producto en Hornet, una app exclusivamente para hombres gays. Hasta que me adapté al nuevo ritmo, app, equipo, etc., pasaron 6 meses. Terminó el 2023. Hoy llevo 3 cuatrimestres alcanzando los objetivos de suscripciones y lanzando un producto nuevo dentro de Hornet. Sigo trabajando dentro del espectro LGBTQ+, aunque solo en una letra, y cuando tengo entrevistas con usuarios, es increíble ver lo que genera en 700.000 vidas diarias tener a Hornet en el bolsillo.
Esta semana, sin embargo, cuando me acordé de esta promesa no sentí que la estuviera cumpliendo.
Pasaron 24 horas desde que escribí todo lo anterior y en este lapso reflexioné mucho sobre qué es ese impacto que imagino y el impacto que ya estoy generando.
Siendo objetiva, el impacto de trabajar en Queer Spaces / Hornet ya es mayor al que hubiera logrado como CEO en mi industria anterior.
Mis objetivos de ingresos se vienen cumpliendo hace 3 cuatrimestres consecutivos
Como consecuencia, pudimos contratar a más personas, entre ellas la primera persona trans (que yo sepa) del equipo. Inclusión laboral de personas LGBTQ+
Llegamos a usuarios nuevos
Implementamos más funciones de privacidad para mantener más segura a la comunidad gay
Al menos 30 rusos escucharon la respuesta a la pregunta "¿por qué la gente trans no es trans y ya?"
Cuando alguien me pregunta a qué me dedico, puedo visibilizar las apps para personas LGBTQ+
¿Entonces por qué siento que no estoy haciendo el impacto que quiero? Porque no lo es, no es el impacto con el que sueño (en mi país, en orientaciones sexuales no binarias, presencialmente). Pero sé que no todo se materializa en la realidad como lo imagino. Eso me pasa mucho. Tener una imagen muy nítida en la cabeza a veces resulta contraproducente porque si no es exactamente esa imagen, siento que no es nada, y no es así. Pero respuesta final es ¿impacto actual >= a impacto anterior? Sí. Me quedo un poco más tranquila.
Hornet es un lugar para trabajar. ¿Hay lugares que se alineen más? Sí, me gustaría algo más inclusivo del resto del espectro. Quizás hacia esa alineación total apunto, a ese impacto pleno.
Quizás ya no tengo esa urgencia de contribuir a mi misión en cada minuto de mi vida y puedo hacer otras cosas "urgentes" como mejorar el lugar donde vivo.
Hay un relato de Eduardo Galeano1 que a veces recuerdo. Él le muestra a un amigo las cosas que escribió últimamente. Al leerlas, el amigo le dice "no tenés derecho" y aparta las hojas. Luego le cuenta que fue a una fiambrería. Lo atendió una mujer que, con mucho esfuerzo, mantenía ese negocio, y mientras cortaba fiambre leía de refilón un libro de Eduardo. Le confiesa que es uruguaya exiliada, que le hace bien leerlo.
Galeano termina el cuento con esta oración: me dice "no tenés derecho", mientras hace a un lado las cositas lastimeras, casi mariconas, que yo escribí en esos días.
No quiero decir que son lastimeras las cosas que escribo ni las que hago. Sé que construir mi hogar es muy importante, me siento diferente desde que lo hago, siento que es una base mucho más apropiada para cualquier cosa que se presente.
Pero sí quiero decir, más para mí que para nadie: no me olvido de la promesa que me hice. Estoy viendo cómo cumplirla seguir cumpliéndola, pero no la olvido.
Hasta la próxima,
Delfi
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BUENOS AIRES, ENERO DE 1976
Pasamos unos días con Eduardo y mis hijos. Escribo tristezas. Una noche se las muestro a Eduardo. Él las aparta con una mueca:
-No tenés derecho -dice. Me enojo. -¿Cómo que no? Y Eduardo me cuenta que el viernes bajó a comprar jamón y salame a la fiambrería de la esquina de su casa. La fiámbrera es una gorda que pasa los días cortando embutidos en rodajas, haciendo paquetes, sacando cuentas, cobrando; atiende el negocio sola y cuando llega la noche y cierra la cortina metálica, siente agujas en los ríñones y en las piernas. Eduardo esperó su turno, pidió y pagó. Entonces vio que bajo el cajoncito de la caja había un libro abierto que la fiambrera leía de refilón mientras trabajaba. Era un libro que yo había escrito. -Ya lo leí varias veces -dijo la fiambrera-. Lo leo porque me hace bien. Yo soy uruguaya, ¿sabe? Y ahora Eduardo me dice: “No tenés derecho”, mientras hace a un lado las cositas lastimeras, quizás mariconas, que yo escribí en estos días.