Hola! 👋 Saludos desde la ciudad de Buenos Aires.
Unas últimas semanas del año bastante sociales, probablemente no tanto para otras personas pero sí para mis parámetros.
Tomamos mates con mi hermano. Tomé un café con mi mamá, un café con mi tía, y fui a la cancha con mi papá. Conocí el nuevo depto - aún vacío - de una amiga y me pareció un planazo. 70m2 en un edificio antiguo cerca de Microcentro. Tenía un pasillo y todo. Pude compartir lo que había aprendido renovando mi depto. Sin darme cuenta sé el 1, 2, 3 sobre el proceso de renovar un ambiente. Le armé un mini doc con marcas y lugares donde comprar cosas. Suerte, amiga.
Y para coronar la socialización hice algo re random que hacía años quería hacer, pero por una cosa u otra no podía. Fui a la cena de fin de año de mi dojo de karate.
Mi historia con el karate empieza cuando tenía 10 años. Mi hermano Martín, tres años menor, fue a una clase de karate con sus compañeros de clase. Algo sucedió porque sentí que era injusto que sólo varones pudieran aprender karate. Así que un día fui. Había quince hombres y una chica. Yo fui la segunda.
Cuestión que me empieza a entusiasmar el arte marcial, el manual de instrucciones que tenía cada movimiento, la gente con la que practicaba. Todos eran buena onda y mi sensei (el de mayor categoría, el maestro) era lo más. Nos daba atención a todos, nos exigía pero sin ser duro. Él había sido alumno del fundador de la escuela, Shoei Miyazato, que había traído su corriente de karate desde su Japón natal. Sensei Miyazato se instaló en la ciudad de Córdoba entre 1940-1950 si mal no recuerdo, puso una tintorería, y al fondo enseñó karate a unos pocos alumnos.
A sensei Miyazato lo ví una vez en la vida, en 2004 ó 2005. Vino al dojo donde practicábamos. Al año o dos murió y quedó su hijo Masatoshi, también karateca, a cargo de la escuela. Hoy sensei Masatoshi sigue dirigiendo la escuela y ya se perfila su hijo para sucederlo ante cualquier eventualidad.
Cómo mi sensei fue alumno de sensei Miyazato no lo recuerdo, pero por sus relatos entiendo que fue una época donde vivió el karate muy intensamente. El conocimiento provenía directamente de su fuente sin intermediarios, y él absorbió todo lo que pudo para poder transmitirlo. Cincuenta años después lo sigue practicando y enseñando.
Cuestión que tuve 3 períodos de práctica de karate en mi vida. De los 10 a los 13, donde pasé de cinturón blanco a cinturón verde (en el medio el celeste, amarillo y naranja). No me acuerdo bien por qué dejé en esa época. A los 21, después de viajar un poco, me encontré a mi sensei en la calle y le dije donde sea que estén practicando, yo voy. Ahí hice unos 2 años más. En esa etapa me puse ansiosa, sentía que practicaba a full pero no me daban la chance de rendir para pasar de cinturón. Me enseñó ese momento. Cuando el sentido de la práctica es una cuestión de status, o de avanzar sin estar preparado, es fracaso. En el karate hay mucho de la jerarquía, los de menor categoría siguen el ejemplo de los de mayor categoría. Y la palabra del sensei es sagrada. Yo confiaba en mi sensei, por qué creía que sabía más que él si estaba preparada o no. Así que solté la expectativa de pasar de cinturón. En los próximos meses, vinieron solos.
Para pasar de cinturón marrón (el último de los kyu, los cinturones de colores) a negro (dan) había que rendir examen en la escuela central, en Córdoba. Volé y me encontré con mi sensei allá. Estuvo bárbaro. Arranqué mi etapa de dan, que en realidad es la mayor parte de la vida karateca porque del primer dan o primer cinturón negro hay muchísimos más hacia adelante.
Dejé para ir a trabajar a Irlanda. Y cuando volví a Argentina, de alguna manera también volví a karate por 1 ó 2 años más.
Fui a Córdoba dos o tres veces más, cada noviembre, para el encuentro anual de la escuela. Más de mil karatecas de todo el país y del exterior. Estaban muy buenos esos encuentros, eran exigentes y te encontrabas con otros dojos de muy buen nivel y otros no tanto. Pero veías las mismas caras año a año y con mis compañeros de dojo siempre hacíamos algo divertido a la noche.
En esta cena volví a ver varias de esas caras y me dieron muchas ganas de volver a practicar, aunque sea algunas veces. Lo voy a pensar.
Hay una frase que se le atribuye a sensei Miyazato: "cuando alguien hizo karate 3...4..ó 5 años, karate se hizo carne en el hueso. Por circunstancias de la vida puede dejar, pero siempre va a quedar latente con ganas de volver y cuando pueda vuelve a la práctica".
No sólo karate sino otras disciplinas, varias de las prácticas que hice pienso si volver a hacerlas, pero hay tantas otras que quiero hacer.
En busca de un consejo le pregunté a mi sensei, en esta cena, si después de tantos años enseñando karate cada martes y jueves de su vida no había querido cambiar. Si no sentía que esa dedicación le sacaba tiempo de hacer otra cosa.
- Juego al padel, al golf… Pero no me pasa lo mismo que con el karate - me respondió.
- No sensei, pero más allá. Si no te dan ganas de dejar de destinar este tiempo y hacer otra cosa.
- Podría volver a aprender saxo.
Desistí porque no me iba a entender, o me había entendido y ésa era la respuesta aunque no me gustara, que él lo tenía claro, no lo iba a dejar nunca, todo lo que había querido hacer en la vida lo había acomodado alrededor de su trabajo y de su enseñanza de karate, y seguiría así.
De hecho, la práctica de escribir y leer a otros escritores me enseñó eso. Si buscás el momento para escribir no lo vas a encontrar, la escritura se hace alrededor de lo que hay. Saqué la cuenta: practiqué karate 6 años, más que una carrera universitaria, pero si lo pienso bien la escritura es mi práctica más longeva. Desde que puedo recordar, escribo.
En la cena reconocí a una mujer que empezó a practicar cuando yo dejé, esta última vez. Le dieron el cinturón marrón, el paso previo al cinturón negro. Arrancó a los 52 años. Hoy tiene 58. Gilda, me acordé su nombre, y la fui a felicitar.
- Me acuerdo del consejo que me diste - me dijo ella.
Puse cara de pánico. ¿Qué consejo te di?
- Yo me quejé de que nunca iba a ser dan y me dijiste que uno siempre se apura por ser dan pero es más divertido ser kyu. Mientras más avanzás más te miran porque sos el ejemplo de los menores y es más divertido ir mejorando sin tener que ser el ejemplo de nadie.
- Ahhh… sí, es así.
No había sido tan grave, menos mal. No sé si sigo pensando eso.
Hasta la próxima,
Delfi
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